El coordinador del Proyecto Frontera Comalapa, Chiapas, del Servicio Jesuita a Migrantes, participó el 25 de abril pasado en el panel “El norte y el sur. Comunidades migrantes en los Estados Unidos y en México”.

Migrantes con el estómago marcado con hierros, como ganado; niños guatemaltecos a los que el mar escupió, ahogados, en las costas de Chiapas, igual que a los pequeños sirios; hombres y mujeres centroamericanos obligados a pagar derecho de piso en los poblados cercanos al municipio de Comitán, Chiapas. José Luis González, SJ, ha visto estas imágenes en vivo y sabe que en el sur de México es evidente una crisis de humanidad. Pero no alberga desesperanza. Cree que tenemos una oportunidad para construir la fraternidad.

El jesuita, coordinador del Proyecto Frontera Comalapa, Chiapas, del Servicio Jesuita a Migrantes, participó el 25 de abril pasado en el panel “El norte y el sur. Comunidades migrantes en los Estados Unidos y en México”, en el cual también estuvo presente Marla Conrad, quien es una de las coordinadoras de la Iniciativa Kino para la Frontera en Nogales, Sonora y Arizona.

De acuerdo con los datos de la Iniciativa Kino, no sólo ha cambiado el perfil de las personas que reciben apoyo de esta organización, sino las formas de la expulsión. Hoy más personas son arrojadas a la frontera en el estado de Tamaulipas, uno de los más peligrosos del país por la presencia de grupos criminales.

En pocas palabras, expresó Marla Conrad, el crimen organizado y la discriminación son muros que enfrentan tanto los que quieren ir al norte, como los que fueron desterrados.

Con una experiencia de casi 30 años de trabajo en Nicaragua, El Salvador y Guatemala, y como miembro de la Red Jesuita con Migrantes, González identificó la crisis que ha provocado la migración en México a partir de tres conceptos: el sufrimiento, el dilema y la transformación.

En la frontera sur, dijo, también existen muros mentales, racistas y criminalización. En las comunidades de Chiapas fronterizas con Guatemala, muchas redadas contra los migrantes centroamericanos en tránsito son ejecutadas por organizaciones populares de campesinos, acusó.

La crisis migratoria, resaltó, también es dilema desde que una persona comienza su viaje al norte, pues no sólo se trata de si abandonará su casa. Cada decisión durante su viaje por el territorio al que muchos consideran la frontera más espesa del mundo, cambia la trayectoria y la vida de los migrantes.

Pero la crisis también puede ser cambio, transformación. Puede hacer que México mire más hacia el sur, en vez de ver sobre todo al norte, donde es despreciado y ha provocado acciones de solidaridad, individuales y en red.