María Teresa Jiménez, egresada del ITESO, trabaja con niños de escuelas públicas de la ribera de Chapala para formarlos en la resolución de conflictos, la cultura de la paz y el cuidado del medio ambiente.

Dos niños tienen un conflicto en la escuela. Digamos que se han empujado en la fila antes de entrar al salón. A simple vista, uno pudiera pensar que son cosas de niños. Pero, según María Teresa Jiménez, “si no se corrigen [estas situaciones], a la larga generan tensión. Es una avalancha: está permitido que te portes mal con el otro, que lo insultes, que los niños digan ‘no te juntes con él o ella, no le hables’, que en bola lastimen un animal doméstico”.

¿Y cómo corregir estas situaciones? Desde el aula de clases: a través de su proyecto La Tienda de la Ciencia, en colaboración con Proyecto Mariposa y Lakeside Friends of the Animals, María Teresa creó Guardianes del Planeta, un proyecto que busca educar a los niños en tres áreas fundamentales: la resolución de conflictos, la cultura de paz y el cuidado del medio ambiente. Todo a través de la ciencia porque, dice Jiménez, “la ciencia es necesaria para cuidar y proteger con responsabilidad y respeto al planeta, los niños deben ser alfabetizados en la ciencia. Ese respeto genera una cultura de paz que permite resolver conflictos”.

María Teresa Jiménez (Lagos de Moreno, 1958) química farmacobióloga y tiene la maestría en Comunicación de la Ciencia y la Cultura del ITESO. Encabeza, junto con Proyecto Mariposa y Lakeside Friends of the Animals, la Alianza por una Educación Humanitaria, que, con el lema “Cuidamos, protegemos, compartimos”, realiza talleres de ocho semanas en escuelas públicas de la ribera de Chapala. Para trabajar han desarrollado los manuales Guardianes del Planeta (I y II), además de hacer sesiones de trabajo con los profesores para desarrollar junto con ellos estrategias que permiten cambiar la manera de trabajar con los niños. La idea de trabajar con los maestros, explica, tiene como objetivo “capacitarlos en ciertas herramientas o habilidades, y visibilizar las que ya tenían, para construir una cultura de paz.

¿Cómo surgió el proyecto?

Tengo un programa amplio que se llama la Tienda de la Ciencia. Luego hice alianza con las otras dos asociaciones y lo que aporté fue la ciencia como lenguaje para  difundir la importancia del cuidado del planeta y de todos los seres vivos, incluyendo plantas, árboles, animales de todo tipo y humanos. En 2011 empezamos a trabajar el programa de Alianza por una Educación Humanitaria. Lo que hacemos es profesionalizar proyectos sociales. Pedimos ayuda a Rotary International y nos dio recursos para hacer un piloto en el que pudiéramos incluir a profesores. Íbamos a las escuelas una hora por ocho semanas con cada grupo de clase y durante los recreos usábamos el juego como mediador de conflictos, y también trabajamos talleres con los profesores.

Con Guardianes del Planeta buscamos que el niño se identifique como guardián e identifique la importancia de que estemos todos aquí y reconozca el derecho a estar en el planeta. Hablamos del cuidado del medio ambiente porque no es posible hablar de paz si no hablas de medio ambiente, protección, cuidado y respeto. También nos basamos en los derechos de los niños y las niñas y de los animales. Este es un programa, que apuesta por la no violencia, pero no es antiviolencia o antibullying: está enfocado en el paso previo, es decir, en la prevención.

¿Cómo trabajan en la prevención?

Primero aprendemos a hablarnos correcta y amablemente, con un lenguaje positivo y propositivo. En los recreos invitamos a papás y líderes comunitarios de la ribera de Chapala. Generalmente asisten las mamás, que son las más involucradas e interesadas en que sus hijos vivan cosas mejores.

Una herramienta importante es el Mapa de la Paz, que es un bebeleche basado en una idea de una de mis compañeras de Proyecto Mariposa. En cada cuadro del bebeleche hay diferentes etapas: una es para que los niños aprendan a respirar y se relajen; otra, para que identifiquen el conflico que quieren resolver; uno más para que hagan una lluvia de ideas y aprendan a opinar y a escuchar al otro; finalmente se llega a la paz, que tiene que manifestarse dándose la mano, un abrazo, etcétera.

Con los profesores, tenemos talleres para ayudarles a identificar qué es lo que ven como conflicto y de qué habilidades están dotados, porque tienen muchas habilidades pero que en el trabajar diario van perdiendo visibilidad. A un profesor no le enseñas: le compartes tu visión y tu punto de vista. Los profesores de escuelas públicas han sido muy criticados y se sienten muy lastimados, porque tienen que ir a trabajar todos los días en condiciones de muy poco respeto a su trabajo. Con ellos trabajan Mariana Almaguer, que es licenciada en Educación, y las psicólogas Esmeralda Martíenz y Alejandra García Franco. Se busca recuperar la importancia del juego, convirtiendo a los profesores en talleristas y haciéndoles observaciones.

Trabajan en resolución de conflictos, la cultura de paz y el cuidado del medio ambiente. ¿Cuál es el común denominador de estos tres aspectos?

Yo lo pondría al revés: cuidar y proteger con responsabilidad y respeto al planeta. Ese respeto nos genera una cultura de paz que permite resolver conflictos. Lo que queremos es promover que los niños hablen. Los niños tienen derecho a tener opinión, no son accesorios de los adultos, aunque así los concibe todavía mucha gente, aun los padres educados. Los niños son sujetos de derecho que están en formación.

Mencionabas hace unos momentos que las mamás están más involucradas…

En mi experiencia, las mamás se involucran más por varias razones. Una es la cuestión de género. Otra, son las que se quedaron con los niños en la mayoría de los casos, hay muchas madres solteras por diferentes situaciones. Aun cuando estén trabajando, logran sacar media hora para ir en el recreo a llevarles de comer algo a los niños. A algunas de ellas los directores las llamaron para que fueran a jugar con los niños y el resultado fue fantástico: en las evaluaciones las mamás nos comentaban que los niños se sentían muy orgullosos.

¿Sólo trabajan en la ribera de Chapala?

Sí, porque es donde hemos logrado conseguir recursos para trabajar. Y no ha sido malo, porque nos permite enfocarnos más en el programa. El manual está hecho para cuarto, quinto y sexto de primaria, pero se puede adaptar para más pequeños porque muchas escuelas son multigrado.

¿Qué pasa después de las ocho semanas de trabajo?

Era lo que más nos preocupaba. Primero lo importante era que nos dejaran entrar y volver. Después de esto, con la adición de los profesores, lo que estamos logrando es la sustentabilidad del proyecto. Cuando invitamos a los profesores los directores aceptaron que podíamos seguir trabajando al menos dos años. Es algo que no pueden hacer por su cuenta, necesitan acompañamiento, pero éste cada vez va a ser menor. La otra cosa que tenemos es que si bien el manual se aplica a la letra la primera vez, en la segunda ellos tienen la oportunidad de adecuarlo, interactuar y decirnos lo que quieren. Nos han llamado para ver si podemos ir de nuevo para que los nuevos profesores sepan lo que se está trabajando.

Los niños en general, y muchas veces los que viven en entornos empobrecidos, viven todos los días situaciones muy difíciles de violencia, por ejemplo. ¿Qué huella consideran que están dejando en ellos?

La huella que se deja, y lo digo a partir de las evaluaciones donde recuperamos sus opiniones de los niños, de sus papás y de los profesores, está plasmada en los comentarios de los papás, que van y le preguntan a las maestras qué está pasando con los niños: ahora piden las cosas por favor, aprenden a externar sus opiniones, que es posible ser amigos y que es importante que ganemos todos.

Lo que estamos dejando es un conocimiento que permeé más allá de creencias ideológicas o religiosas. De ahí la importancia de la estructura científica. No se puede asegurar qué tanto el niño va a poder resistir los embates de la sociedad, sin embargo, todos los cambios sociales y las grandes revoluciones se han hecho a partir de los niños. Algunos se lo apropiarán, otros ahora sólo lo escucharán, pero después ya no les resultará extraño.

Más que del futuro, me gusta hablar del presente. El niño es un sujeto de una edad determinada. Dicen que se educa a los niños para que no sean malhechores, para que no se embaracen, para que sean profesionistas, pero, ¿cuándo educas al niño para ser persona, sujeto de sí mismo? Si no se ve así a los niños, se les convierte en accesorio o capital humano para los adultos. Nosotros concebimos al niño como un sujeto completo, inteligente. Aun cuando estén en alta marginalidad, ellos están enteritos. Por eso vale la pena: por ellos, sus familias y las sociedades.