POR TERESITA MORFÍN LÓPEZ

Profesora e investigadora del Departamento de Psicología, Educación y Salud
Hablar del fenómeno suicida es hablar no solo de estadísticas, de números y factores de riesgo asociados a este comportamiento. Es hablar de personas concretas, cercanas a nosotros, a veces familiares, amigos o amigos de amigos.

Cuando abordamos un fenómeno que comprende no solo al suicidio consumado, sino al intento de suicidio y a la ideación suicida, preferimos cambiar rápidamente de tema. Nos duele, nos angustia, nos hace tocar el límite de la vida como acto de voluntad.

Suicidio

El suicidio ha existido desde hace siglos. Los griegos y los romanos consideraban el suicidio como una acción valiente o cobarde, noble o innoble, según fuesen las circunstancias (Szasz, 2002).

En el mundo judeocristiano, el suicidio se consideraba como un pecado mortal y al suicida un condenado. No podían ser sepultadas en los cementerios cristianos, ya que eran tierra sagrada (Szasz, 2002).

En el Siglo XIX era considerado por la psiquiatría como resultado de una enfermedad mental o una alteración psíquica (Clemente, M. y González, A., 1996). En 2012 se registraron en el mundo unas 804 mil muertes por suicidio, lo que representa una tasa anual mundial de suicidio de 11,4 por cada 100 mil habitantes.

El 10 de septiembre es el Día Mundial para la Prevención del Suicidio. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio (IASP, por sus siglas en inglés), coordinan sus acciones para crear conciencia en la población.

El suicidio suele ser considerado como un problema individual y comúnmente inexplicable: “se veía triste, pero no pensé que fuera tan serio lo que le pasaba”; “lo veía retraído, pero pensé que era algo temporal”, o “no noté nada, se comportaba igual que siempre”, son algunas de las expresiones que se refieren a personas cercanas.

El suicido es un tema tabú, no solo en México, sino en otros países y ciudades del mundo, un problema que estigmatiza a la persona que lo realiza y también a sus familiares y personas allegadas. Se considera que por cada persona que se suicida, de seis a 20 personas, entre amigos y familiares, quedan afectadas de por vida (OMS, 2014).

Las familias mexicanas se encuentran en un momento de transición o cambio cultural. Los referentes, valores, comportamientos y significados que daban sentido a las relaciones y formas de convivencia familiar y social están cambiando. Algunas han perdido vigencia, otras se han deteriorado; los significados de lo bueno y malo, lo permitido y lo prohibido, lo saludable y lo pernicioso han visto modificados sus parámetros, se han movido de lugar o han desaparecido del horizonte simbólico en la gran mayoría de las familias mexicanas urbanas (Morfín-López, Sánchez-Loyo, 2016).

Un estudio titulado Prevención del suicidio: un imperativo social y realizado de 2013 a 2016 por investigadores del ITESO, la UdeG y la Univa y con financiamiento del Conacyt, FOMIX y el Gobierno de Jalisco, identificó una serie de factores de riesgo e intervenciones pertinentes para este fenómeno.

Dichos factores e intervenciones se organizaron en un modelo de prevención del suicidio dirigido a adultos jóvenes del área metropolitana de Guadalajara y de Jalisco. El documento retoma la propuesta OMS 2014 y sus resultados corresponden a nuestro contexto socio cultural.

La investigación íntegra se puede consultar aquí: Prevención del suicidio.

Algunos factores de riesgo identificados a nivel sistema de salud, social y familiar en Guadalajara, Jalisco y México son los siguientes: acceso limitado a servicios de salud mental; profesionales poco capacitados para atender pacientes con intentos suicidas; escasas campañas de prevención; cambio cultural y modelo de desarrollo económico neoliberal; poco seguimiento a los pacientes; problemas de pareja; soledad; problemas familiares y niveles anormales de cortisol, entre muchos otros.

Las personas que se sienten con una tristeza profunda por un período de tiempo prolongado, con ansiedad, angustia, miedo y soledad, entre otros síntomas, requieren pedir ayuda. Se piensa que pedir ayuda es un signo de “debilidad”, se teme ser “juzgado”, considerado “extraño” o ser “excluido del círculo de amigos”. La depresión se relaciona con un estado emocional de vulnerabilidad y favorece sentimientos y pensamientos de desesperanza, incapacidad de resolver problemas y un auto concepto negativo.

La intervención posterior a un suicidio (llamada “postvention” en inglés) se ha identificado como un componente importante de la prevención del suicidio; las familias y los amigos que han perdido a un ser querido por suicidio también requieren atención y apoyo. Foto Archivo

PIE DE FOTO: ¿ADÓNDE LLAMAR PARA PEDIR AYUDA? 075, Línea intervención en crisis; el 066 de Emergencias o el 3030 9900, del Instituto Jalisciense de Salud Mental (salme.jalisco.gob.mx)