Los investigadores Benjamín Arditi y Alejandro Monsiváis participaron en la XVIII edición de UNITESO que organiza la Licenciatura en Relaciones Internacionales.

El mundo vive días extraños. Como muestra, basta ver el resurgimiento y fortalecimiento de grupos conservadores, nacionalistas y racistas. También se puede recordar las tres grandes elecciones que sorprendieron a todos en 2016: el Brexit en Reino Unido; el voto por el No en el plebiscito sobre el acuerdo de paz en Colombia; la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. En el fondo de todo esto parece haber un desencanto con la democracia, por lo que para la XVIII edición de UNITESO, que se inauguró el miércoles 6 de septiembre, se decidió que el tema fuera “Los temas de la democracia en el siglo XXI”.

UNITESO es un modelo que recrea el trabajo que se realiza en la Organización de las Naciones Unidas. En su jornada inicial contó con la participación de Alejandro Monsiváis, académico e investigador del Colegio de la Frontera Norte, y de su homólogo Benjamín Arditi, de la Universidad Nacional Autónoma de México. Ambos dedicaron sus intervenciones para tratar de explicar las razones por las que el desencanto de la democracia ha ido ganando terreno.

Monsiváis señaló que en América Latina “no se ha logrado consolidar los pisos mínimos para la democracia”. Esos pisos mínimos, explicó, implican una opinión pública de peso, un sistema de partidos estructurados programáticamente, una oposición que haga contrapeso al gobierno y la rendición de cuentas.

Así, aunque en muchos paí- ses se ha logrado consolidar una democracia electoral, no se ha podido construir una democracia procedimental, que implica la protección de las libertades civiles y políticas y un control del poder Ejecutivo a través de diferentes mecanismos.

“En América Latina hay altos niveles de corrupción, por lo que la fortaleza estatal es insuficiente para consolidar una democracia de calidad”.

Finalmente, señaló que para conseguir una buena democracia es necesario el apoyo ciudadano, de modo que “un desafío ineludible es construir vínculos democráticos que sean auténticos y efectivos”, concluyó el investigador del Colegio de la Frontera Norte.

Por su parte, Benjamín Arditi señaló que la democracia atraviesa por una época de cambio y puntualizó que “no hay cambio radical que no tenga un remanente. El cambio es un devenir de otro. El desencanto con la democracia es un disparador para cambiar la democracia”.

Arditi dijo que para hablar de un desencanto es necesario que haya habido antes un encantamiento, y puso como ejemplo que en México este encantamiento democrático ocurrió con el surgimiento del Instituto Federal Electoral, que en su momento permitió realizar unas elecciones con menos intervención del Estado. Sin embargo, ha habido múltiples factores que ocasionaron decepción como la falta de justicia social —“el fracaso rotundo y pestilente de la justicia social ha hecho que la gente esté harta de la democracia”, dijo— y la corrupción y la impunidad de la clase política —“la opinión pública, el castigo electoral y la rendición de cuentas no han sido suficientes”—.

Arditi continuó explicando que el concepto sociedad civil, tan usado en la democracia, surgió en el siglo XVII y, por lo tanto, ya es obsoleto, porque está fundamentado en representaciones topográficas con conceptos como arriba/ abajo. Para ejemplificar planteó la pirámide de clases sociales, donde los ricos están arriba y los pobres, abajo; la representación religiosa del cielo y el infierno o la estructura de la política mexicana, con el Estado, el régimen político y la sociedad civil. Como el concepto ya está caduco, es necesario, añadió, “pasar a un sistema de red para romper con la topografía que ha regido hasta ahora y pasar a una política viral”.

También habló del surgimiento de un nuevo sujeto político: la multitud, presente en movimientos como 15-M en España, #YoSoy132 en México u Ocuppy Wall Street en Estados Unidos. “Las redes ayudan porque disminuyen costos para difundir la información y aumentan el número de comunidades transitorias”, dijo Arditi, pero también advirtió que, al mismo tiempo, “generan burbujas, dan pie a comunidades entrópicas no productivas”. Y concluyó diciendo que, si bien las redes no son la panacea, “ayudan a renovar la sensación de que hay espacio para la renovación de la democracia”.