En el corazón de la sierra chiapaneca, una de las zonas más pobres de México, la cooperativa Capeltic (“Nuestro café”) está cambiándoles la vida a miles de personas, gracias a un modelo de economía solidaria, respetuoso con el medio ambiente y la cosmovisión indígena.

Diariamente, el mundo se bebe más de mil 600 millones de tazas de café, según la Organización Internacional del Café. Caliente o frío, con leche o sin leche, fuerte o ligero, en taza, termo o vasos de cartón, en Chicago, Berlín, la Ciudad de México o El Cairo, el café es un ícono del mundo moderno, un negocio multimillonario que en buena medida se maneja desde la Bolsa de Nueva York, el ente regulador de los vaivenes y la especulación alrededor de los precios del valioso grano.

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Anselmo Gómez, Tatic tzeltal, bendice la nueva cafetería Capeltic en el ITESO, acompañado por el Rector del ITESO, Juan Luis Orozco, SJ y Óscar Rodríguez, SJ, Superior General de la Misión de Bachajón, Chiapas

Muy lejos de Wall Street y mucho más lejos de las estratosféricas ganancias que el café representa para unos cuantos, se encuentra el estado de Chiapas –líder mexicano en producción cafetalera–, y dentro de él sus montañas, y en ellas miles de indígenas tzeltales que desde el Siglo XIX producen café, pero que jamás se habían beneficiado de la riqueza que generaban.

Esclavitud, terratenientes, intermediarios, corrupción, asistencialismo gubernamental sin visión de futuro, especuladores bursátiles, disputas internas o falta de preparación se erigieron durante décadas (no de manera simultánea) como obstáculos para que los tzeltales se vieran justamente beneficiados. Sin embargo, existen sólidos esfuerzos encaminados a revertir lo anterior. Uno de ellos es Capeltic.

Hoy, el ITESO ya cuenta con una cafetería de la cooperativa Capeltic (“Nuestro café” en lengua tzeltal, ubicada en el edificio de Arquitectura y Diseño), que, al igual que sus “hermanas” en la Ibero Ciudad de México y la Ibero de Puebla, es fruto de un laborioso proyecto construido por comunidades indígenas tzeltales y la Compañía de Jesús en la Misión Jesuita de Bachajón, con objetivos claros e inspiradores: “Buscar el máximo beneficio social y no la utilidad… Ser la referencia en cuanto a calidad y participación social en diversos puntos de venta a nivel mundial para retribuir de manera justa y digna el trabajo de pequeños productores indígenas y sus familias”.

Capeltic vende café, miel y jabones de origen orgánico; cultiva el café con prácticas agroecológicas, sin fertilizantes ni pesticidas químicos; forma parte de Yomol A’Tel, un grupo de empresas tzeltales que da empleo a unas 300 personas y beneficia directamente a más de 2 mil indígenas de unas 65 comunidades.

Capeltic es un proyecto a largo plazo, y por eso tiene Escuela de Café y una Escuela de Sustentabilidad. Capeltic produjo 30 toneladas de café tostado en 2013, evitando intermediarios para obtener más beneficios. Capeltic espera llegar a las 100 toneladas este 2014. Capeltic les paga un precio justo a los productores (hasta 50 pesos por un kilo de buen café pergamino, en lugar de los 23 de los “coyotes”), lo que le permite apartarse de los designios de la Bolsa neoyorquina. Capeltic es una empresa, literalmente, extraordinaria.

“Buena vida, buen vivir” ¿Se puede?

Lequil kuxlejalil significa en español “Buena vida, buen vivir”. Esta frase tzeltal es la clave que rige el trabajo de la cooperativa, donde laboran varios egresados del Sistema Universitario Jesuita.

“No se trata de cuánto dinero puedo acumular, sino de cuánta armonía puedo tener con la madre tierra, con mi gente y qué tan bien puedo hacer mi trabajo”, explica Alberto Irezabal, egresado de Ingeniería Industrial de la Ibero Ciudad de México y director de Estrategia Institucional de Yomol A’Tel.

Para entender de dónde vienen las tazas que se sirven en las cafeterías Capeltic hay que regresar a 1992, cuando la Misión Jesuita de Bachajón –que desde 1958 trabaja con los indígenas– fundó el Centro de Derechos Indígenas, AC (Cediac), hoy a cargo de Óscar Rodríguez, SJ.

httpv://www.youtube.com/watch?v=2FJ8LVxP5a8

El Cediac auspició el desarrollo de la cooperativa Tsumbal Xitalha’ y la micro-industria Bats’il Maya, dos organismos dedicados a asesorar y capacitar a los indígenas de municipios como Chilón y Sitalá, con la idea de que se organizaran y empezaran a producir café orgánico en lugar de convencional.

Al principio no fue sencillo, pero la calidad del café se elevó y los productores dejaron de venderlo solo como materia prima, empezaron a tostarlo y molerlo con el objetivo de encontrar nuevos mercados, y hoy lo exportan a Japón, Estados Unidos y España (más detalles en la página www.capeltic.org).

Pero quedaban dudas en el aire: “¿Cómo empatar los ritmos tzeltales de producción con los del mercado?”, se preguntaba en un reportaje de la revista Magis don José Aquino, catador oaxaqueño de la Escuela de Café, inquietud que analiza Jaime Morales, profesor e investigador del ITESO.

“Como cooperativa ellos imponen los precios a nivel regional; eso no es cualquier tontería. Pueden pensar en subir la producción, pero con reflexión, no nomás aumentar por aumentar”, afirma este doctor en Agroecología y Desarrollo Rural Sustentable por la Universidad de Córdoba, España, quien periódicamente viaja a la zona como asesor de la producción cafetalera.

Morales se explica: el café orgánico se paga bien y los indígenas reciben el dinero de inmediato, pero si únicamente se dedican a cultivar dicho grano, podrían descuidar el maíz, el frijol y la calabaza, para luego ir a comprarlos a sobreprecio con los “coyotes”, endeudarse y reinstalar un círculo vicioso.

“¿Cuál es el punto de equilibrio? De las tres hectáreas que tiene cada familia [en promedio], ¿cuántas van para café y cuántas para la milpa? No se requieren visiones convencionales, sino creativas”, afirma el académico, quien subraya que Capeltic es algo mucho más grande que un mero local de venta de café orgánico indígena.

Iberos, ITESO y Capeltic se asocian

Para Morales, esta empresa “es un proyecto que permite articular a las universidades jesuitas con proyectos sociales de los jesuitas; es una manera de poner a los alumnos en contacto con la realidad para que puedan colaborar y aportar soluciones. Tiene una gran potencia didáctica”.

Ingeniería de Alimentos o Ambiental, Mercadotecnia, Derecho, Relaciones Internacionales, todas las áreas de Comunicación, Administración, Finanzas, Diseño… Son varias las carreras cuyas habilidades y conocimientos resultarían sumamente útiles para el proyecto.

“El estudiante aprende que su intervención en culturas distintas tiene que ser diferente. Aquí tienes una empresa indígena con un producto de altísima calidad que da de comer a más de mil 900 personas. ¿Qué tenemos que decir como universidad?”, se pregunta Morales.

Miguel Torres y Alejandro Rodríguez, egresadps de Relaciones Internacionales y Administración Financiera del ITESO, respectivamente, trabajan en el municipio de Chilón.

«Cuando llegué me di cuenta que todo convergía en ese lugar», recuerda Miguel, quien se topó con un proceso profesional que gravitaba alrededor del café. «Capeltic no es una cafetería, es una ventana de oportunidad para concretar acciones de cooperación y desarrollo, de comercio justo y solidario, de vinculación y educación», afirma.

httpv://www.youtube.com/watch?v=IFHMTQzVlH8

México es el noveno productor de café a nivel mundial (el primero es Brasil), ya que aportó 4.3 de los 145 millones de sacos de 60 kilos que el planeta cosechó en 2012/2013, según la OIC, y cada mexicano consume, en promedio, un kilo de café al año. Es decir, la oportunidad es evidente. Y mientras los mercados bursátiles han bajado los precios del café durante los últimos tres años, Capeltic va en otra dirección.

“¿Cómo ponemos la utilidad y el capital en función de la persona y no viceversa?”, se pregunta Irezabal en un video colgado en capeltic.org. Un ejemplo: la cooperativa no les paga menos a los productores, primero porque no le interesa desequilibrar sus frágiles finanzas, y segundo, porque sabe que el café que les compra va a poder venderlo en las Iberos, en el ITESO, en Japón o en EEUU.

Con el apoyo de una treintena de instituciones, empresas y organismos internacionales, la gente de Capeltic sigue aprendiendo, mejorando sus procesos de producción, formando baristas (expertos en café), innovando con un catálogo de 44 bebidas diferentes y reinvirtiendo las ganancias en el proyecto, plenamente conscientes de la enorme riqueza que contiene una taza de buen café chiapaneco. Texto Enrique González Fotos Cortesía Capeltic/Luis Ponciano

 

 

“Quintos”, un pionero entre los cafetales

Quintos

Por Enrique González

Llega con paso lento a la entrevista y me avisa amablemente que ni oye ni ve bien. Pero en cuanto el Hermano “Quintos” escucha las palabras “Chiapas”, “Bachajón”, “café”, “coyotes”, “indígenas”, “trabajo” y “cuénteme”, su rostro se ilumina, su oído se agudiza y su memoria se acelera.

“Cuando llegamos allí no había nada, no había caminos, había muy poca producción de café y se les pagaba muy poco a los productores; empecé a trabajar allí en una cooperativa para asesorarlos”, recuerda Salvador Quintero, SJ, “Quintos”, como le llaman cariñosamente los jesuitas a este michoacano de 87 años, uno de los pioneros de la Misión Jesuita de Bachajón, a la que llegó a principios de los 60 y donde aún vive.

El encuentro en Guadalajara es en Villa María –casa de descanso para los jesuitas–, debido a que hace un par de meses se vino para recibir atención médica; se nota que le urge volver a su hogar, allá en la sierra noreste de Chiapas.

Fue a finales de los 70 cuando el jesuita Mardonio Morales (qepd) –luchador social por los derechos indígenas y en aquel entonces Superior de la Misión–, envió a “Quintos” a comprarles café a los cooperativistas indígenas (menos de 100, hoy superan los 2 mil) con la consigna de pagarles bien. Esa labor le trajo problemas con los intermediarios, los “coyotes”, quienes lo acusaban de sacar ventaja porque no tenía hijos.

“Yo no tengo hijos, [les replicó], pero los productores sí, y ellos son los que trabajan todo el año”. Poco a poco se ganó la confianza de los productores; ellos sabían que “Quintos” les pesaba bien el café, les pagaba mejor, los ayudaba con los inventarios, con la bodega, con labores de carpintería, con la organización de la compra-venta, consiguiendo créditos… «Lo que necesiten, estoy para servirles, les decía».

La charla está por terminar. Caigo en la cuenta de que “Quintos” es el último jesuita vivo del grupo original que echó a andar la importante Misión de Bachajón y se lo hago notar. Se queda pensativo unos segundos y luego dice:

-Soy el último de los que quedábamos.

-¿Qué se siente?

Sonríe, tímido y feliz, e incluso se ruboriza un poco antes de responder:

-Es gracias a Dios.