La gestión, planeación, diseño y arranque de la construcción de un centro comunitario en una conflictiva colonia de Zapopan, significó para un PAP de arquitectos, ingenieros y diseñadores la obtención del Reconocimiento Pedro Arrupe 2015.

En pleno cerro, en un baldío en el que la tierra solía ser el personaje principal y donde apenas se levantaba una sencilla capilla, entre 250 y 300 vecinos de la colonia Mesa de Los Ocotes se reúnen cada jueves para conversar, pensar cómo mejorar el lugar en el que viven, recibir talleres de formación humana por parte de un voluntariado y escuchar misa.

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El lugar no tenía techos. El lugar no tenía baños. Al lugar no llega el transporte público. Había personas que tardaban hasta tres horas en llegar caminando a él.

A pesar de todo, este lugar era el centro comunitario de una de las zonas con mayor rezago social en la Zona Metropolitana de Guadalajara, un lugar de asentamientos irregulares con más de 20 años de historia ubicado en esos cerros que se alcanzan a ver más allá del Periférico Norte, con el Bosque del Centinela a un lado, el fraccionamiento Las Cañadas visible a lo lejos, el Auditorio Telmex allá abajo, después del Periférico y con la pobreza como común denominador.

El Voluntariado Estamos Contigo ya tenía tiempo construyendo una base social entre los vecinos. ¿Qué falta, qué podemos hacer, cómo frenamos la violencia, cómo mejoramos nuestro entorno? Pero faltaba algo, faltaba ver algo concreto que le diera sentido a los esfuerzos de la comunidad.

Fue entonces cuando se acercaron a la universidad, específicamente al Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) “Regeneración social del Espacio Público”, el cual está ligado a la Cátedra Unesco-ITESO y cuyos alumnos de Ingeniería Civil, Diseño y Arquitectura empezaron en agosto del año pasado una titánica labor de reconocimiento del terreno, de construcción de confianza con los ciudadanos y de gestión social y financiera para levantar lo que hoy ya es un hecho: el Recinto Comunitario del Sagrado Corazón de Jesús.

“No se trataba solamente de llegar y decir: ‘esto es lo que diseñamos y esto es lo que van a hacer’, sino que junto con la comunidad propusimos construir un complejo de nueve terrazas con los servicios básicos para que realicen en ellas diferentes actividades”, explica Perla López, estudiante de Arquitectura del ITESO.

Y lo hicieron con un sistema constructivo basado no en ladrillos o adobe, sino en… botellas de PET rellenas de arena de río.

“El equipo se involucró en corazón, mente y alma desde el inicio. Haber sido bien recibidos por una comunidad bien organizada nos ayudó y estimuló en el proceso de integración y apropiación del proyecto”

Raúl Díaz, profesor del DHDU del ITESO

Eliot Rivas, Miguel Olea y Mauricio González (Ingeniería Civil), Denisse Corona, Perla, Rodrigo Ortega y Natalia Vázquez (Arquitectura) y Edith Pérez (Diseño), guiados por los profesores Raúl Díaz y Carlos Pelayo, del Departamento del Hábitat y Desarrollo Urbano, se sumergieron de lleno en las problemáticas de la colonia, escucharon atentamente a sus habitantes, solventaron sus dudas –¿estas botellas con tierra resistirán?– tomaron notas, midieron el terreno, trazaron bocetos y armaron un proyecto para obtener fondos de una fundación regiomontana.

PAP

“Este proyecto de intervención socio-espacial está vinculado con los principios conceptuales de la Cátedra Unesco-ITESO, es decir, es un proceso de intervención basado en la participación ciudadana significativa”, refiere Díaz, Doctor en Estudios Urbanos.

“¿Qué quiere decir esto? Que hay dos objetivos principales: fortalecer las capacidades autogestivas de personas que viven en condiciones de pobreza, exclusión y marginación; por eso nos acercamos a este tipo de colonias y, por otro lado, implementar un proceso de construcción colectiva en el que el proyecto no lo define ni la academia ni la comunidad: es un proyecto muy dialogado que provoca desde su origen mucha convivencia con la gente”.

«Esta obra es nuestra» 

La gente dudó, pero le entró. Llevan mil 200 botellas colocadas. Con los 150 mil pesos de arranque que consiguieron de la fundación de Monterrey y el programa peso por peso del Voluntariado (por cada peso que pone la comunidad ellos ponen otro), ya están avanzadas cinco terrazas y en estos días se terminará la primera.

“Este sistema funciona –y funciona muy bien– en comunidad. Además, tiene la bondad de que reutilizas tus desechos. Llegamos a la conclusión de que solo si todos aportan ladrillito por ladrillito se construye ese sentido de pertenencia en el que la gente dice: ‘yo hice 10 de los ladrillos que están allí puestos’”, señala Denisse.

“Me quedo con el trabajo en equipo, con el respeto que hubo a las opiniones de todos, con habernos ganado el cariño y la confianza de la gente. Ahora puedo ver a la comunidad como un ‘cliente’ diferente al cual apoyas no para ganar dinero, sino algo más valioso: experiencia y la posibilidad de aportarles algo”, afirma Eliot.

Antes de llegar a convencer a los vecinos de Mesa de Los Ocotes que esos “ladrillos” hechos con botellas de plástico funcionarían, los estudiantes tenían que estar convencidos.

Natalia recuerda que durante más o menos un mes hicieron pruebas en el ITESO: sacaban botellas de la basura, pedían arena en los laboratorios del edificio H, medían, pesaban, hacían pruebas de resistencia y, finalmente, elaboraron un “Manual de autoconstrucción con botellas”, un sistema utilizado anteriormente en varios proyectos latinoamericanos, afirman.

La ceremonia de entrega del Reconocimiento Pedro Arrupe será el miércoles 11 de mayo, a las 11:00 horas, en el Auditorio D1. Fotos Roberto Ornelas/Cortesía del PAP