Un proyecto entre vecinos, estudiantes y profesores del ITESO ha dado paso a la construcción de un centro comunitario para la colonia Mesa de los Ocotes, en Zapopan.

“Va hermoso, ya tenemos la primera terraza. Este es un proyecto que se trabaja en equipo, vamos poco a poco… ¡No van a reconocer la colonia!”

Arrupe

Las emocionadas palabras de Janet Jiménez, representante de los vecinos de la Mesa de los Ocotes, una colonia marginada ubicada en Zapopan, en medio de un cerro que empezó a poblarse hace poco más de 20 años, resumió los más de ocho meses de trabajo detrás del inicio de la construcción del Recinto Comunitario del Sagrado Corazón de Jesús.

Levantado a partir de una técnica constructiva ecológica basada en el reciclaje de botellas de plástico rellenas de arena, este espacio está compuesto por nueve terrazas y otras áreas comunes, cuyo objetivo no sólo es mejorar las dinámicas sociales de la zona, sino mostrarles a los ciudadanos los resultados tangibles del trabajo colectivo.

Los estudios previos, la propuesta de dicha técnica y el acompañamiento que han hecho a todo el proceso un grupo de alumnos del ITESO (de Ingeniería Civil, Diseño y Arquitectura) y profesores del ITESO –Raúl Díaz y Carlos Pelayo-, reunidos en el Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) “Regeneración social del espacio público”, les valió la obtención del Reconocimiento Pedro Arrupe, SJ, materializado en un diploma y una medalla que el ITESO entregó la mañana del 11 de mayo en el Auditorio D2.

“El ITESO –del que ustedes forman parte–, tiene la responsabilidad de formar a sus alumnos y a sus profesores para que sigan los cuatro rasgos del padre Arrupe [jesuita nacido en Bilbao en 1907 y quien falleciera en 1991]: que estén donde estén puedan enraizarse y dialogar con los demás, que estén dispuestos a ser libres, que estén inmersos de manera completa en su trabajo y que busquen, ante todo, seguir en colaboración con otros”, mencionó José Morales, SJ, rector de la Universidad Jesuita de Guadalajara.

El origen del centro comunitario tuvo lugar cuando el Voluntariado Estamos Contigo –el cual lleva 19 años tejiendo redes sociales en la zona– se puso en contacto con el ITESO para idear, en lo que antes era un lugar lleno de tierra y sin sombra alguna, un espacio que les permitiera a casi 300 vecinos tener un lugar digno para tomar talleres y acudir a las misas que organizaba Renato González, el párroco que también ha sido una pieza clave de esta historia.

La gente se empezó a involucrar recaudando botellas y llenándolas de arena, los alumnos, guiados por los profesores, hicieron cálculos, midieron el terreno e hicieron pruebas de resistencia de los “tabiques” hechos con botellas, el párroco fungía como gestor. La meta era que el centro comunitario fuera una realidad.

“El espacio público no existe si no hay un sentido de comunidad que se apropie de él”, afirmó Edith Pérez, estudiante de Diseño, quien subió al estrado para expresar lo que este proyecto significó para ella, tal como lo hicieron Jiménez (vecina), Georgina Monge (directora del voluntariado) y Díaz (profesor del Departamento del Hábitat y Desarrollo Urbano del ITESO).

Al inicio de su intervención, después de recordar que la misión de los PAP es acercar el saber de la universidad a los problemas de la sociedad para construir en conjunto una sociedad más justa, el Rector lamentó el asesinato un par de días antes –en medio de un intento de secuestro– de Roberto Mondragón, alumno de la carrera de Administración de Empresas y Emprendimiento.

En el presídium estuvieron presentes, además del Rector, Gisel Hernández, directora general académica; Mónica Solórzano, coordinadora de los PAP ITESO; Carlos Ortiz, director del Centro de Investigación y Formación Social, y Juan Carlos Núñez, director del Centro de Integración Comunitaria. Texto Enrique González Foto Roberto Ornelas