El actual sistema alimentario global, controlado por un puñado de corporaciones, es ineficiente y dañino para el medio ambiente; su principal objetivo no es alimentar a las personas, sino generar ganancias, advierte especialista brasileño.

Moras, frambuesas y fresas se fabrican por miles de toneladas en invernaderos por toda la Ribera de Chapala; la mayor parte de estos frutos rojos se exporta a Estados Unidos.

Cada año se tira casi la tercera parte de los alimentos que produce la humanidad, unas mil 400 millones de toneladas

Cada año se tira casi la tercera parte de los alimentos que produce la humanidad, unas mil 400 millones de toneladas

La decisión de que dichos cultivos aterrizaran en Jalisco poco tuvo que ver con alguna iniciativa de presidentes municipales de la zona o el gobierno estatal, cuya tarea consistió en asegurarse de que todos los recursos del área (carretera, agua, mano de obra, un aeropuerto cercano y eficiente desde dónde llevarse los productos) estuvieran disponibles.

La decisión fue tomada por empresas multinacionales que forman parte de lo que el brasileño Paulo Petersen y otros expertos llaman “imperios alimentarios”, megacorporaciones, no más de 10, que controlan prácticamente la totalidad de la industria alimentaria del planeta, esa que en los últimos 30 años ha puesto a la humanidad frente a una situación inédita: nunca había habido tanta gente con hambre (más de mil millones), ni tampoco tanta gente obesa (671 millones).

Petersen, una de las principales autoridades a nivel mundial en agroecología, lleva décadas estudiando a esta industria y a su contraparte, el campesinado, los agricultores familiares, esos millones de personas (ni la ONU tiene cifras exactas) que en los cinco continentes producen alimentos para los suyos e intentan vender una porción para sobrevivir.

“¿Cómo podemos hablar de soberanía alimentaria si un grupo muy chico de empresas domina la alimentación en el mundo y define las tecnologías que vamos a usar, qué vamos a producir, cómo vamos a producir, a qué precios? Vamos perdiendo todo el margen de autonomía que teníamos para definir nuestra producción y lo que vamos a consumir”, afirmó en el ITESO Petersen, adonde vino para participar en distintas actividades del tercer Foro Soberanía Alimentaria y Nutrición ((organizado por el CIFS y la carrera de Nutrición y Ciencias de los Alimentos) y como invitado en el Café Scientifique celebrado la semana pasada.

2014, Año Internacional de la Agricultura Familiar

“La agricultura moderna fue transformada en el arte de convertir petróleo en alimentos”, sentenció Petersen, quien la calificó como cara, ineficiente, injusta e inequitativa.

Para él, el triple reto que tienen gobiernos, empresas y ciudadanos es lograr producir alimentos en las cantidades adecuadas, diversos y de calidad, algo que no ocurre actualmente, debido a una infinidad de factores que poco tienen que ver con las ganas de alimentar debidamente a los 7 mil millones de personas que habitan la Tierra, sino con especulación, mercados de valores que suben o bajan el precio de soya, maíz o trigo a su antojo, acaparamiento de tierras, degradación del medio ambiente y cientos de miles de agricultores forzados a abandonar el campo e irse a las ciudades.

“Hay mucho poder concentrado en pocas empresas. Su motivación de existencia no es por supuesto alimentar al mundo, acabar con el hambre, ofrecer alimentos de calidad u ofrecer diversidad, por supuesto que no; quieren incrementar su capital”, afirmó Petersen, miembro de la Comisión Nacional de Agroecología y Producción Orgánica de Brasil.

Algunos de los miembros del “imperio alimentario” citados por Petersen son: ADM, Cargill, Bunge, los supermercados Wal Mart y Carrefour, Syngenta y Monsanto, la mayor compañía de semillas del mundo, cuyas ganancias, únicamente durante el segundo trimestre de 2014, rondaron los 860 millones de dólares.

Lejos de las bolsas de Chicago o Nueva York –“fondos de alto riesgo y bancos influyen ahora en lo que vale el pan en Túnez, la harina en Kenia o el maíz en México”, explica el semanario alemán Der Spiegel–, la realidad es dramáticamente distinta.

“Para el 70% de los pobres del mundo que viven en zonas rurales, la agricultura es la principal fuente de ingresos y trabajo”, informa el Banco Mundial, el cual añade que las condiciones de estos seres humanos se degradan día con día, afectando gravemente “la capacidad de cultivar alimentos y otros productos necesarios para sustentar los medios de vida en estas zonas”.

La sabiduría de los campesinos, sus conocimientos de la tierra y sus ciclos biológicos, su capacidad de producir los alimentos necesarios y de calidad, representan un enorme valor para las sociedades interesadas en crear sistemas sustentables, subrayó Petersen.

“La forma campesina de hacer las cosas produce en armonía con la naturaleza, fortaleciendo las culturas locales, las conexiones de la comunidad, la economía rural; no hay que producir mucho, hay que producir lo suficiente y con calidad”, mencionó Petersen, quien recordó que Brasil cuenta desde hace 20 años con políticas específicas de apoyo a la agricultura familiar; México no tiene nada.

Hoy, el 37,7% del área de la Tierra se dedica a la agricultura, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y de continuar la tendencia industrializadora y la concentración de las decisiones en unas pocas manos sin buscar alternativas de cooperación, controlar los transgénicos y los mercados financieros, combatir los monocultivos e incentivar los mercados locales y la diversificación de lo que producimos, el futuro alimentario del planeta estará seriamente comprometido, advirtió Petersen. Texto Enrique González Foto Archivo