No era la primera vez que visitaba el ITESO en sábado. Siempre me gustó llegar y ver la universidad vacía. Desde que ingresé por la puerta principal me di cuenta de que este era un sábado diferente. Fue el 19 de septiembre.

“Traca traca”, sonaba la cadena de una bicicleta. “Tssss”, era el ruido de una llanta de bici ponchada. “Pum… Pum”, golpeaban las bicicletas cada vez que eran soltadas dentro de la caja de alguna de las camionetas estacionadas en la glorieta de ingreso. Ahí, apareció una figura espigada y canosa. Era Alejandro Pliego, coordinador de Actívate ITESO, el programa del Centro de Educación Física y Salud Integral (CEFSI) responsable de este día atípico.

Rodada

Sesenta y nueve itesianos se reunieron para visitar las Vías Verdes, un proyecto a cargo de la Secretaría de Cultura de Jalisco. El objetivo era hacer el recorrido que va desde Teuchitlán hasta Ahualulco de Mercado y conmemorar así el Día mundial sin Auto. Cincuenta kilómetros ida y vuelta.

Emprendimos el camino. Al llegar al punto de partida, una estación de tren restaurada y una pista roja de concreto nos indicaban la salida. Lodo, pasto, contenedores –y una vaca– rodeaban el lugar.

Algunos de los asistentes se volteaban a ver con desconfianza; pensar en 50 kilómetros asustaba. Pliego los animó: “Hay niños que aguantan la ruta; nosotros tenemos que poder”.

Así inició la Rodada, en medio de un paisaje completamente verde. Cerros llenos de árboles, sembradíos de caña y elote, varios cruces por la carretera y poblados típicos mexicanos.

A la mitad del recorrido, Gabriel Michel, académico del ITESO y encargado del proyecto Vías Verdes, nos explicó las múltiples bondades del mismo, como la mejora en la calidad de vida de los habitantes por donde pasa la Vía, el desarrollo de la flora y la fauna silvestre y la conservación del patrimonio ferroviario.

Tras pasar una hora en Ahualulco, donde comimos en su mercado, recorrimos los 25 kilómetros de regreso y luego, de regreso al ITESO. Poco a poco los asistentes se retiraron y la tranquilidad propia de un fin de semana volvió al campus. Ya solo se escuchaba el sutil “tuc…shhh shhh” de las hojas que caían de los árboles y se arrastraban por el suelo. Texto Antonio Villalpando Foto Fernanda Jiménez