Ricardo Ontiveros es el nuevo coordinador de Ingeniería Ambiental. Su trayectoria profesional y su relación con la naturaleza, desde que era estudiante del ITESO, avalan su elección.

La niñez de Ricardo Ontiveros tuvo una constante y muy cercana relación con la naturaleza. Acampaba con su familia y un grupo de niños tipo los scouts, al que llamaban “Escuadrón”, y en el que además de levantar el campamento y hacer diversas actividades en el bosque, tenían momentos de reflexión espiritual.

Esa reflexión sigue en él y más ahora que desde febrero funge como el nuevo coordinador de la carrera de Ingeniería Ambiental en el ITESO.

Ese gusto por el contacto con la flora y la fauna sigue presente en él, un ciclista que utiliza este medio de transporte la mayor parte del tiempo, en la ciudad y en la montaña. Cuando va de su casa al ITESO en bici, recorre aproximadamente 12 kilómetros en 35 minutos, desde la Minerva hasta el campus, libre de estrés, dice, y consciente de los beneficios que tiene para el planeta un auto menos.

Ricardo es de los ciclistas que también adoptan la idea del coche compartido como complemento al uso de las dos ruedas. Resulta práctico para los universitarios y sabe que los pequeños hábitos pueden hacer la diferencia en los cambios que necesita la sociedad. Él, por ejemplo, utiliza un termo y evita comprar agua embotellada. Acciones como esta le permiten afirmar que no se necesita ser un experto para conocer el impacto de nuestros hábitos cotidianos. “Las personas no tienen que ser ingenieros ambientales o biólogos para tener un cambio de conciencia en sus acciones”.

Disfrutar y actualizarse

El nuevo coordinador de Ingeniería Ambiental disfruta empapándose de información y nuevos conocimientos en su área, leyendo o viendo productos especializados como el documental Planeta Tierra de la BBC. A su lista de temas favoritos hay que añadir la historia y ciencia ficción, dos vertientes que por décadas han ayudado al ser humano a visualizar el mundo que queremos para el futuro.

“Las personas no tienen que ser ingenieros ambientales o biólogos para tener un cambio de conciencia en sus acciones”.

 

En ese disfrute de su profesión, los mejores momentos para Ricardo tienen que ver con “la oportunidad de conocer la tierra, las salidas al campo y estar activamente en ese entorno. Es conocer la parte humana que destruye la naturaleza y las carencias que tenemos de adaptación”, apunta.

En 2007, un año después de egresar de la carrera, Ricardo voló a Holanda para estudiar una maestría en Gestión de Aguas, especializándose en temas sobre depósitos subterráneos. A su regreso a México, se integró en el acompañamiento de un Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) en el ITESO que trabajaba en el Bosque de la Primavera, y desde entonces se reintegró a la universidad para impartir clases.

Su trayectoria por el ITESO le ha permitido conocer la carrera y cómo ha ido evolucionando desde su inicio, ya que la ha vivido desde los tres frentes: alumno, profesor, y ahora coordinador. Recuerda que cuando Ingeniería Ambiental inició (1998), su  plan de estudios era “muy químico, enfocado a procesos industriales y a básicamente métodos de control y separación en agua, aire y suelos”. Luego, en 2004, señala que se agregaron más asignaturas relacionadas con las ciencias de la tierra, la actividad humana, la agricultura y los recursos naturales.

Como coordinador, Ricardo identifica varias oportunidades para la carrera. Tiene, por ejemplo, la intención de reforzar el desarrollo de los PAP y darle continuidad al plan de estudios actual y paralelamente profundizar en la vinculación con aquellas instancias gubernamentales y civiles que toman decisiones en los temas ambientales de la entidad. Esto con la intención de que los alumnos “se involucren en esa toma de decisiones que van marcando el progreso de la sociedad, para que entonces sean más los proyectos propositivos y de cambios para obtener un ganar-ganar”.

“Los cambios importantes radican en que el hombre se involucre a trabajar con la naturaleza y la tierra”. Texto Alejandro Tiscareño Foto Luis Ponciano