En el mundo hay 673 millones de ancianos; para 2050, serán alrededor de 2 mil millones

En México, son más de 10 millones, lo que representa el 9% de la población; sin embargo, la pirámide población comienza a invertirse y en 40 años habrá 165.5 adultos mayores por cada 100 niños. “Nos estamos haciendo viejos y cada vez somos más. En México tenemos la problemática ya enfrente”, consideró la académica y especialista del Departamento de Salud, Psicología y Comunidad (DSPC) del ITESO, Margarita Maldonado.

Las causas de que los ancianos vivan en un asilo son principalmente dos: que viven solos o por el deterioro mental y físico que padecen. Incluso, agregó la académica, este cambio demográfico es acompañado de una “transición epidemiológica”, pues cada vez son más los adultos padecen y mueren de enfermedades crónico-degenerativas, como problemas del corazón, accidentes cerebrovasculares e hipertensión.

Ante esto, México tiene serios problemas: “En las instituciones existe poca o nula estimulación físico-cognitiva y emocional […] lo cual acelera el deterioro. Todavía estamos muy deficientes en la atención a los asilos y además existe una ausencia de estudios sobre cómo mejorar o retardar su deterioro. Es importante no sólo ver cómo se trabaja en los asilos o cuál es el perfil del anciano, sino también trabajar con el asilado, en cómo ayudarle a tener una mejor calidad de vida en la institución”.

Con esta intención Maldonado, junto con la académica Araceli Hernández y con el apoyo de un grupo de estudiantes, lleva a cabo un proyecto de intervención psico-educativa en un grupo de ancianos que viven en asilos en la ZMG, cuyos resultados preliminares se presentaron el miércoles 19 de mayo, como parte de las actividades del Seminario del Programa Formal de Investigación del DSPC. Los comentarios los realizó la académica Rocío Enríquez.

La “invisibilidad” es uno de los principales problemas que enfrentan las personas de la tercera edad. “No hay que creer que cuando entran al asilo ya los marginamos, no, ya estaban marginados desde antes. Ya lo sentían, ya lo vivían”, lamentó la especialista.

Otro problema es la toma de decisión: “Cuando el anciano o cualquiera de nosotros empezamos a perder toma de decisiones en nuestra vida, empezamos a envejecer en muchos sentidos. [Los asilados] ya no toman decisiones […] y van perdiendo el contacto con la vida”.

El proyecto comenzó en 2010 con el objetivo de dar cuenta de los cambios físicos, cognitivos y de interacción de un grupo de ancianos institucionalizados a los que se les aplicó un programa de intervención. Se comenzó con un perfil sociodemográfico básico de los asilados, luego se recabaron datos y finalmente en 2012 y 2013 se realizó la “fase cualitativa” en cinco asilos.

Las académicas explicaron que en la ZMG actualmente existe alrededor de 100 asilos, en su mayoría son casas acondicionadas, de las cuales no todas están inscritas al Instituto Jalisciense de Asistencia Social (IJAS), ni cumplen con la reglamentación y los criterios, en especial los que tienen que ver con el espacio físico.

Además, los ancianos viven en un ambiente en el que falta personal capacitado en calidad y cantidad; se trata de un espacio no familiar, donde les falta libertad, intimidad y la capacidad de toma de decisiones, lo que favorece conductas de asilamiento; y padecen un proceso de abandono lo que provoca problemas de estado de ánimos, desde apatía hasta depresión severa.

Tras la intervención, que tocó aspectos como la funcionalidad física, cognitiva e interpersonal de los sujetos, se observaron varias mejoras, como que algunos optimizaron sus desplazamiento pese al alto grado de deterioro, además de que comenzaron a cambiar su expresión y sonreían, entre otras cosas.

“Uno de los aspectos que fue más relevante fue lo social, la interacción social. A pesar de las limitaciones empezaron a conocerse, a conocer sus nombres, a tomar turnos, se empezó una red interpersonal entre ellos y hubo un contacto con lo externo que son los estudiantes”, explicó Maldonado.

El proyecto, indicaron, continuará para ahondar más en la problemática, además de trabajar también con el personal, con la familia y con el desarrollo de programas semipersonalizados, entre otros aspectos. Texto Natalia Barragán Foto Archivo