En cuatro bravas colonias al norte de Guadalajara, el proyecto Hábitat Social, impulsado por académicos y egresados del ITESO, traza nuevas rutas de vida para más de un centenar de niños y jóvenes a través del rap, el grafiti, el break dance o el futbol.

Si un grupo de niños o adolescentes (vivan en Zapopan, Río de Janeiro o los barrios pobres de la periferia de París) está metido en problemas de pandillerismo o drogadicción, hay algunas personas que consideran que una buena manera de corregirlos es agarrarlos a macanazos.

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Juan Alcalá, Eugenia Villar, Marisol Montessuit, Ana del Valle y Óscar Chávez, egresados del ITESO, integran el proyecto Hábitat Social

Sin embargo, hay otras personas que consideran que es mejor y más productivo dialogar con ellos, organizar un torneo de futbol, apoyarlos para que graben un disco de rap o guiarlos para que pulan sus habilidades como grafiteros, sin que esto implique vandalizar los muros de los vecinos.

A la primera categoría se sumó en 2013 el alcalde de Zapopan, Héctor Robles, quien llegó a presumir que en los operativos antipandillas que realizaba la policía de su municipio, “todas las noches agarramos a macanazos a más de 70 jóvenes”, de los cuales –según los cálculos del primer edil–, unos 60 iban a salir libres para seguir “generando problemas de vandalismos, de drogadicción y de inseguridad”.

En este municipio, el más grande y uno de los más ricos de Jalisco –estado en el que el 35% de los desempleados tiene entre 18 y 25 años–, trabaja desde 2010 Hábitat Social, asociación civil que tiene los ojos y los brazos bien puestos en alejar de los macanazos a decenas de jóvenes y niños de colonias populares y, simultáneamente, ayudarlos a que se conviertan en lo que ellos quieran ser mediante el diálogo sin estigmas y sin prejuicios.

“De forma integral tratamos desarrollar en los chavos habilidades y herramientas que los hagan a ellos estar mejor en lo que ellos consideren que es bienestar”, explica María Villar, egresada de Psicología del ITESO y coordinadora de Hábitat Social, organización creada, gestionada e impulsada por la Universidad Jesuita de Guadalajara con la asesoría de los académicos Verónica Isoard, pedagoga, y Gerardo Cano, arquitecto.

“No hay cosa más fácil que hacer un estereotipo y comunicarlo. Son muy dañinos; los jóvenes sienten el rechazo”, afirma Isoard en un video dedicado a la organización colgado en YouTube.

Ambos profesores sentaron las bases y siguen enriqueciendo las prácticas de un equipo de voluntarios y talleristas coordinados por cuatro egresados del ITESO: Mariana del Valle (Relaciones Internacionales), Marisol Montessuit, Manuel Alcalá y la ya citada Villar (Psicología).

httpv://www.youtube.com/watch?v=-vqTIVEzI1M

“Los terrenos están muy segmentados, había fronteras de una cuadra a otra y los niños y adolescentes crecían con esa idea”, comparte Alcalá, quien desde que trabajó en el Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) “Transformando realidades desde la cultura”, tomó al futbol como elemento cohesionador entre chicos de distintos barrios y pandillas.

El camino no ha sido fácil. Recuerda días en los que, al querer usar alguna cancha pública, él equipo tuvo que lidiar con la intimidación de bandas previamente establecidas. Poco a poco se han hecho de aliados para ganarse la confianza de muchos jóvenes de las colonias Constitución (la famosa “Consti”), Jardines de Nuevo México, Santa Margarita (“Santa Mago”) y Villas del Centinela.

Que un grupo de universitarios se meta a sus barrios para apoyar en la organización de conciertos de rap o torneos de futbol, “a mí se me hace algo bien perrón, la neta”, declara en el citado video Alejandro Ibarra, un joven rapero de “Santa Mago”.

En Jalisco, estado con aproximadamente 2.4 millones de jóvenes, los gobiernos federales y municipales han establecido iniciativas como el Programa Nacional de Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia o el Proyecto de Prevención de las Adicciones a través de la Cultura y el Arte para el Municipio de Zapopan, los cuales financian el trabajo de organizaciones como Hábitat Social.

Hora de hacer un documental

Óscar Chávez egresado de Filosofía y Ciencias Sociales, se encuentra en la posproducción de un documental que recoge las múltiples historias que se han entretejido entre Hábitat Social y “El Rexon”, “El Chavo”, “Orco”, “Bufón”, “El MC”, “El Wise”, “El Camaso”, “El Chucky”, “El Torpe” o “El Drake”, jóvenes que en medio de su precaria realidad intentan, estrofa tras estrofa o partido tras partido, convencerse de que su futuro no está condenado al desempleo o la delincuencia.

“Ya me dicen carnalazo”, recuerda con una sonrisa Chávez, quien tiene unas 70 horas grabadas con las historias y retratos personales de muchos de estos chicos. “Primero empecé a conocerlos, porque antes de grabar me gusta tener empatía con ellos”.

El documental es uno de los varios productos elaborados entre la asociación y la población juvenil, por ejemplo un disco de rap y una subasta de obras creadas por adolescentes de San Juan de Ocotán.

“Creemos que problemas como la violencia, la marginación y pobreza son realidades que pueden cambiarse por medio del arte y la cultura”, afirma el proyecto en su sitio de Facebook, el cual puedes encontrar como “Hábitat Social AC” y sirve como un punto de encuentro entre organizaciones y jóvenes, ya que estos utilizan mucho las redes sociales (YouTube o Soundcloud) para compartir, por ejemplo, su música y sus videos.

httpv://www.youtube.com/watch?v=5_1IaIzH9jU

“Estos polígonos son bastante amplios y no podemos abarcar a toda la población juvenil de dichos barrios, porque tampoco se les darían unos talleres bien enfocados”, explica Alcalá, quien desde que empezó a convivir con ellos, a través del futbol, se dio cuenta de que los talleres y actividades planteadas les permiten desarrollar su sentido de autonomía y el interés por generar sus propias oportunidades.

Los integrantes de Hábitat Social –todos tienen otros trabajos– se reúnen cada 15 días para compartir anécdotas, armar una bitácora, sistematizar información, retroalimentarse y pensar en nuevas formas de gestionar y sacarle provecho a las actividades en los barrios.

Y aunque han sido testigos de las periódicas redadas de las patrullas zapopanas que pasan para “levantar” a algunos de los adolescentes con los que trabajan, aseguran no perder la confianza en que, lo que hacen, eventualmente dará sus frutos y patrullas, macanazos e intimidaciones institucionales dejarán de ser métodos para lidiar con los problemas que enfrenta la juventud en este o cualquier municipio de México. Texto Enrique González Foto Luis Ponciano